Nacemos iguales

Nacemos igual de valiosos que cualquier perro sarniento de la calle.
Cuando digo esto irremediablemente la gente hace gestos y me mira con horror.
Y es que estamos acostumbrados a devaluar toda la vida que no se pare en dos patas, blasfeme, maldiga y maneje un automóvil de combustión.

Ésta manera de pensar, de creerse superior sólo por el hecho de haber nacido perteneciente a la especie humana a lo único que nos ha llevado es a los ecocidios, a la extinción de las especies, a la experimentación brutal con primates (nuestros primos y especie más cercana a la humana) y a la crueldad desmedida, la matanza como deporte o para el enrequecimiento animal* de los hombres.

Si no estuviéramos acostumbrados a denigrar la vida de otras especies podríamos entender mejor estas líneas.

Irremediablemente surge la pregunta:-¿Entonces matarías por igual a un niño que a un perro?- Que necedad de pregunta. ¿Que no el simple hecho de matar no es ya de por si una aberración.? No importa a qué o a quién, el que no crea vida no ha de destruirla.

La diferencia entre un perro y un niño es que el niño posee un regalo llamado conciencia. La misma conciencia que ha de crecer y convertirse en espiritualidad.
No porque nazcas especie humana ya vales más. Si tienes la voluntad y la fuerza para alimentar ésa conciencia y usarla entonces habrá una diferencia entre el perro y tú. Te habrás dado cuenta de que tu responsabilidad en el mundo es la de hacer el bien pudiendo hacer el mal, la de demostrar tu fuerza siendo bondadoso y comprensivo al otro, la de proteger al desprotegido y defender al vulnerable. Porque ésos son hombres de verdad los que hacen de la miseria una oportunidad para mejorar las cosas.

El hombre vió entonces la guerra, el hambre, la destrucción, el abuso a las mujeres y los niños, las matanzas, el racismo y el especismo y le dijo a Dios en demanda
-¿Por qué Dios permites esto? ¿Por que no haces algo?
Y Dios lo miró y le dijo- Ya hice algo, te hice a ti-

*nótese el uso que le damos a las palabras
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